Himno: A servir a
Cristo sin temor iré
Letra:
A servir a Cristo sin temor iré donde él
dirija mi inseguro pie
Sin su compañía todo es turbación, mas si Él
me guía no tendré temor.
CORO:
Con Jesús por doquier, sin temor iré,
Si Jesús me guía nada temeré.
Con Jesús por guía dondequiera voy;
Caminando en pos de Él seguro estoy.
Y aunque padre y madre me hayan de faltar,
Jesucristo nunca me abandonará.
Dondequiera con Jesús, en tierra y mar,
Quiero ser su fiel testigo sin cesar,
Y si por desierto mi camino va,
Un seguro albergue mi Jesús será.
Dondequiera paso yo la noche atroz,
Porque siempre oigo su benigna voz;
Él de día y noche a mi lado está,
Y en plena gloria me despertará
Autor Letra: Jessie B. Pounds, 1887
Nació
en Agosto 31 de 1861 en Hiram, Ohio y murió en Marzo 3 de 1921 en la misma
localidad americana. En su infancia tuvo una salud muy delicada y fue educada
en su casa. A la edad de 15 años se inició como escritora de artículos para varios periódicos y publicaciones
religiosas. En 1896 contrajo matrimonio con el reverendo John Pounds, quien era
pastor en la Iglesia Cristiana Central en Indianápolis, Indiana. En sus
tempranos años, un editor comentó que algunas de sus poesías podrían ser buenos
textos de himnos. De esa manera empezó su carrera como escritora de himnos. Durante
su vida escribió 50 libretos para cantatas y óperas, 9 libros, y más de 400
himnos. Ella colaboró con James Fillmore por tres décadas.
Este
misional himno expresa el deseo sincero que tienen los hijos de Dios por
servirle en la misión de llevar el evangelio a toda criatura.
La
primera estrofa es la respuesta del corazón agradecido al llamado que el Señor
hace a los suyos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo” (Mt. 28:19), pero, aunque esta tarea
no será fácil y encontraremos muchas tribulaciones, no tendremos temor de ir porque
él aseguró su confortante compañía para con los que anuncian las buenas nuevas
de Salvación por doquier: “y he aquí yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (v.
20).
Esta
verdad es repetida en el coro del himno.
La
segunda estrofa prosigue en manifestar la plena convicción de cumplir con la
misión de Cristo, pues, él nos ha llamado a imitarle, él sirvió al Padre cuando
estuvo en esta tierra, vivió para su gloria y anunció el mensaje de salvación
por doquier: “Y recorrió Jesús toda
Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del
reino, y sanando toda enfermedad y toda la dolencia del pueblo” (Mt. 4:23);
de la misma manera somos llamados a “sed
imitadores… de Cristo” (1 Cor. 11:1). La segunda parte de esta estrofa toma
las Palabras del salmista para sustentar la confianza que el creyente tiene en
Cristo aún en medio de la aflicción más grande que se debe sufrir por causa del
evangelio, pues, aunque “mi padre y mi
madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá” (Sal. 27:10), pues, una
evidencia de la verdadera conversión es amar menos al padre y a la madre que a
Cristo, y si es necesario escoger entre los dos, el creyente prefiere a Su
salvador: “El que ama a Padre o madre más
que a mí, no es digno de mí” (Mt. 10:37).
En
la tercera estrofa el autor del himno le expresa a Su salvador el deseo de
serle fiel en todo momento, llevando Su evangelio por doquier. Ella quiere
recibir la recompensa del siervo fiel: “Bien,
buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en
el gozo de tu Señor” (Mt. 25:21). El desierto es el terreno donde camina el
peregrino cristiano, este mundo es un sitio árido y hostíl, pero en Cristo
encontramos un seguro albergue, pues, él prometió a los que sirven fieles: “En el mundo tendréis aflicción; pero
confiad, yo he vencido el mundo” (Juan 16:33).
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